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En el calor asfixiante de la noche de barrio suena una ventosidad atronadora que alarma a los vecinos. La niña comete la indecencia de tener la primera regla y es expulsada del hogar y cae en mafias lectoras que la explotan. La mañana de Reyes, un anciano compra un roscón mientras Miguelín tirita de frío con un transistor pegado a la oreja. Max Estrella no sabe usar el laptop, pero se ha enamorado del hijo veinteño de los porteros, quien sube a su piso a rasurarse el pubis. El fantasma de su suegra quiere comunicarle algo mientras la cuidadora latinoamericana le esponja el cerebro para el estudio. La tradición del barrio obliga a detener y encarcelar unos meses a los tres poetas homosexuales y caducos que frecuentan el parque. El oficinista soltero, católico y con sarro adquiere un cojín en pro de la exaltación del amor que siente por una viuda. Los milicianos han asesinado a una familia y la superviviente da gracias a Dios por haber permitido que desaparezcan los que impedían su incesto. No se pueden cantar tangos teniendo cara de buena persona, hay que malearse la jeta. Minutos antes de suicidarse, el poeta local desea comerse el último bocadillo de lomo con pimientos que preparan en la cantina de la estación, pero se encuentra con que no hay pimientos. No hay pimientos.​

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El gran cuesco

de la calle Mejorana

 

Mi primera regla

(cuento infantil)

 

Radio de la China

 

Escena sobre la

persistencia de las luces

 

De la manera más tonta

 

Vagos y maleantes

 

Armenteros compra

un cojín

 

Te contaré, Manuel

 

Cara de malo

Los pimientos

AGOTADO

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